Archivo de 24 de abril de 2010

24
Abr
10

Toma de Zacatecas


Espero que esta pelea la ganen sus cañones” –le dijo Pancho Villa a Felipe Ángeles mientras se preparaban para marchar con toda la División del Norte sobre Zacatecas. La vieja ciudad colonial era el último bastión del huertismo y su caída significaba el paso franco a la ciudad de México.

En la madrugada del 17 de junio de 1914, desde Torreón, el general Ángeles comenzó a montar el grueso de su artillería en cinco trenes. A las 8 de la mañana la primera locomotora anunció su partida rumbo a Zacatecas, y con intervalos de 15 minutos salieron las demás. El viaje fue por demás lento y húmedo. La lluvia no dejó de caer sobre la División del Norte pero los villistas iban muy animados: tras varios meses de intensos combates nadie dudaba ya de su poderío. Villa y Ángeles deseaban, por encima de cualquier otra cosa, darle el tiro de gracia al régimen del usurpador Victoriano Huerta.

Ángeles y su gente llegaron a Calera –a 25 kilómetros de Zacatecas- el día 19 por la mañana. Desembarcado el equipo militar, el general tomó su caballo y con una escolta salió a reconocer el terreno, necesitaba establecer posiciones y ubicar los sitios más adecuados para sus piezas de artillería. Se le veía tranquilo cabalgando de un lugar a otro, daba órdenes, tomaba sus binoculares para observar la ciudad de piedra, se detenía un momento y respiraba satisfecho.

El enorme reflector colocado en el punto más alto del cerro de la Bufa iluminaba la ciudad de Zacatecas. La gente comentaba que el general huertista Luis Medina Barrón –oficial a cargo de la defensa de la plaza- lo había mandado traer de Veracruz, para lo cual había sido necesario desmontarlo del faro que se levantaba en el puerto. Los federales lo hacían girar toda la noche tratando de ubicar las posiciones rebeldes y las piezas de artillería de Ángeles. Los desesperados esfuerzos de las tropas de Huerta para defender la plaza no le quitaban el sueño al general. Nada podía ya detener la marcha de la División del Norte.

Villa se presentó en las inmediaciones de Zacatecas, por la tarde del 22 de junio de y determinó que la batalla comenzaría a las 10 de la mañana del día siguiente. “Juntas se moverán todas las fuerzas a esa hora. Nadie entrará un minuto antes ni un minuto después” –ordenó el Centauro. La señal para iniciar sería era el disparo de un cañón.

Amaneció radiante el día 23 de junio de 1914. El cielo no podía ser más azul. Atrás habían quedado las amenazas de lluvia de la noche anterior. Ángeles despertó pasadas las siete de la mañana; se afeitó con calma, tomó su baño, desayunó con su estado mayor y montó su caballo. Eran las nueve de la mañana.

En la víspera, el general hizo un movimiento que dejó perplejo al enemigo: retiró las piezas de artillería de sus posiciones originales y las emplazó en sitios imperceptibles y muy cerca de las líneas defensivas de los federales. Los últimos tres días convenció a los huertistas que ya tenía definidas sus posiciones.

El disparo de un cañón a las diez de la mañana en punto anunció el inició de la batalla. Los villistas avanzaron por los cuatro puntos cardinales intentando arrebatar a los federales sus posiciones en la Bufa, el Grillo, la Sierpe, Loreto y el cerro de La Tierra Negra. Cuarenta cañones –28 por el norte y 12 por el sur- entraron en acción al mismo tiempo para apoyar el despliegue de la infantería que ascendía presurosa por los cerros que rodeaban la ciudad.

Los veintidós mil hombres de la División del Norte se movían en completa armonía bajo la dirección de Ángeles. El general había logrado la perfecta conjunción entre las brigadas del ejército villista. “La artillería obrando en masa –escribió Ángeles- y con el casi exclusivo objeto de batir y neutralizar las tropas de la posición que deseaba conquistar la infantería y ésta marchando resueltamente sobre la posición en donde la neutralización se realizaba. ¡Qué satisfacción la de haber conseguido esta liga de las armas!”

Ángeles estaba enardecido; parecía encontrarse en una dimensión diferente al resto de los hombres, en un sitio privilegiado, exclusivo para el guerrero. Las granadas estallaban encima de su punto de observación o lo rebasaban por completo. Con sus binoculares alcanzaba a divisar al abanderado que corría al frente de su brigada avanzando sin parar. Entonces calibraba nuevamente los cañones y alargaba el tiro para apoyar el asalto final de la infantería sobre alguna posición.

En medio del fuego de la fusilería, Ángeles tomó su caballo para cerciorarse del estado que guardaban otros puntos de la batalla. En camino a Loreto encontró a Villa. Ambos generales con sus estados mayores, cabalgaron juntos mientras escuchaban “alegremente” los disparos de la artillería villista. Los cañones federales intentaban pegarle al numeroso grupo; sus tiros, sin embargo, quedaban cortos.

Una granada explotó a escasos tres metros de donde se hallaban Ángeles y Villa observando el combate. El humo cubrió por algunos instantes a los dos jefes y a sus hombres. Cuando el humo desapareció había varios cadáveres mutilados. Para mala fortuna no había sido disparado por del enemigo. El proyectil era villista, explotó en manos de un artillero que preparaba su lanzamiento. Para evitar que los soldados entraran en pánico o pensaran en el riesgo que corrían al manejar las bombas, Ángeles gritó: “No ha pasado nada, hay que continuar sin descanso; algunos se tienen que morir, y para que no nos muramos nosotros es necesario matar al enemigo. “¡Fuego sin interrupción!”.

Hacia las 5. 40 de la tarde, el triunfo de la División del Norte estaba cerca. El enemigo abandonaba sus posiciones y huía de manera desorganizada. “No los veíamos caer, pero lo adivinábamos –escribió Ángeles-. Lo confieso sin rubor, los veía aniquilar en el colmo del regocijo; porque miraba las cosas bajo el punto de vista artístico, del éxito de la labor hecha, de la obra maestra terminada. Y mandé decir al General Villa: ¡Ya ganamos, mi general! Y efectivamente, ya la batalla podía darse por terminada, aunque faltaran muchos tiros por dispararse”.

Unos minutos después, las tropas villistas tomaban posesión de la Bufa y del Grillo y avanzaban sobre la ciudad. Las calles de Zacatecas presenciaron una de las peores matanzas de la revolución. Los revolucionarios acabaron con todos los soldados federales que encontraron a su paso. Saquearon casas, edificios y oficinas. En algunos casos arremetieron incluso contra la población civil. Los siete kilómetros que mediaban entre Zacatecas y la población de Guadalupe terminaron tapizados de cadáveres impidiendo el tránsito de carruajes.

En uno de los edificios del centro de la ciudad se encontraba un joven oficial del ejército de Huerta. Su misión era defender el parque y las armas que se encontraban almacenadas ahí. Cuando los villistas entraron a la ciudad, el oficial supo que no tenía escapatoria. Esperó a que llegaran los revolucionarios y cuando intentaron entrar hizo volar el edificio. Decenas de víctimas de ambos bandos quedaron entre los escombros de la vieja construcción.

Cinco mil muertos entre las tropas federales. Cerca de tres mil lamentó la División del Norte. En los días siguientes surgiría nuevamente el humanista. Decenas de prisioneros salvaron la vida gracias a la intercesión de Ángeles. La sangre sólo debía correr en la batalla. Los muertos eran parte del ritual de la guerra.

Frente a la noche y sumido en sus reflexiones, Ángeles respiró satisfecho por el éxito de la batalla. La venganza sobre Huerta se había consumado. “Y bajo el encanto de la obra clásica de ese día feliz, me hundí plácidamente en un sueño reparador y sin aprensiones”

http://www.acces.bicentenario.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=13:la-toma-de-zacatecas-&catid=3:revolucion&Itemid=13

24
Abr
10

La división del norte: Pedro Salmerón

El día de hoy en punto de las veinte horas, acompañé al Dr. Pedro Salmerón Sanginés a la presentación de su magnífico libro intitulado “La División del Norte. Los hombres, las razones y la historia de un ejército del pueblo”. El evento fue en el Museo de la Revolución, avenida Lerdo de Tejada en Torreón.
Mis comentarios sobre el texto de Salmerón Sanginés, los transcribo a continuación:
«Invirtiendo el orden que acostumbro en las presentaciones de libros, y como miembro del Comité Estatal de Festejos del Centenario de la Gesta Revolucionaria, iniciaré este segmento de comentarios con una calurosa felicitación al Dr. Pedro Salmerón por la profundidad interpretativa que ha logrado y por el interés que suscita la apasionante lectura del texto que ahora consideramos, “La División del Norte. Los hombres, las razones y la historia de un ejército del pueblo”.

El libro que hoy nos ocupa consiste en una adaptación literaria de una tesis doctoral, es decir, surge de un ejercicio de investigación que se realizó para generar conocimientos nuevos y con el cual el entonces maestro Salmerón acreditó sobrada solvencia —teórica y práctica— como científico social, tanto así que su trabajo fue digno de mención honorífica.

Como sucede en toda investigación, hubo en sus inicios una serie de preguntas que resultaban del mayor interés para Salmerón, y que solamente podían ser respondidas a través del planteamiento de las hipótesis, y del avance mismo de la investigación. Estas preguntas eran las siguientes:

¿Quiénes eran los villistas? ¿De dónde venían? ¿Por qué hicieron una Revolución? ¿Cómo la hicieron? ¿Qué esperaban de esa Revolución?

La exhaustiva revisión de literatura que el autor hizo, y de la cual da cuenta al mencionarla como parte de su “enciclopedia” personal, no respondía adecuadamente a esas preguntas. El estado de la cuestión o del arte no daba las respuestas. Por lo tanto, habría que construir una nueva lectura a partir de fuentes primarias y secundarias, una lectura que respondiera precisamente a esas preguntas. El corpus documental utilizado para ello lo menciona el autor en el apéndice sobre fuentes consultadas.

Como elementos metodológicos de esta construcción encontramos las correlaciones y acotaciones. La primera de ellas, es la correlación que se establece entre las brigadas que conformaban la División del Norte, y el contexto espacial, histórico, cultural, político y social del cual surgieron sus hombres y líderes. De esta manera, el todo es analizado por sus partes, la División por sus brigadas, las brigadas por sus hombres, y los hombres, por sus circunstancias.

Esta es una manera muy válida y original de entrar al estudio de la División del Norte como fenómeno social, es decir, como concretización militar de un movimiento de rebelión cuyos sujetos compartían agravios, percepciones y acciones (caso de mentalidad perceptiva y expresiva que genera un programa revolucionario).

Como fruto de esta primera acotación territorial, surge la espacialidad divisionaria: el Norte que le daba apellido a la División militar, estaba constituido básicamente por Chihuahua y La Comarca Lagunera de Coahuila y Durango. Es muy interesante que Salmerón indique que la espacialidad divisionaria corresponde a la del antiguo Reino de la Nueva Vizcaya tal y como fue entre 1732 y 1785, es decir, cuando ya no comprendía Sonora y Sinaloa, pero todavía incluía a Chihuahua, Durango y La Comarca Lagunera. No pensamos que la referencia sea gratuita. La capacidad de agravio que atribuye el autor a sus habitantes tiene mucho que ver con el sentido de dignidad personal y la mentalidad forjada a través de siglos de colonización premiada con hidalguía hereditaria, con el concepto de libertad personal y autonomía municipal, con el manejo constante de armas de fuego en las luchas fronterizas contra los indios, y sobre todo, de los bajísimos niveles de fatalismo existentes entre líderes y seguidores por igual. Los neovizcaínos siempre tuvieron consciencia de que su honor y sus vidas estaban en sus propias manos.

De esta manera, Salmerón establece cuatro regiones básicas en este primigenio territorio divisionario:

El país de Villa (Valles de Chihuahua) Ahí se encuentra el chihuahuense típico, que según Fernando Jordán, citado por Salmerón, es “mestizo, generoso y honrado; orgulloso, sobrio, rudo y violento”. Esta descripción cuadra bien con nuestro lagunero tal como lo describe José Ygnacio de Mixares en 1825 “activo, enérgico, intelectual, especulativo, profundo, empresario, sobrio, fiel, social, patricio, generoso”.[i]
El país de Orozco (Sierra de Chihuahua):
Tierra de Jinetes (Sur y oriente de Chihuahua, norte de Durango)
La tierra del algodón y del guayule (Comarca Lagunera de Coahuila y Durango, Partido de Cuencamé).

Otra acotación fundamental de Salmerón es la del tiempo: el estudio abarca desde la creación de la División del Norte y su jefatura asumida por Villa hasta su disolución tras la toma de Zacatecas, es decir, del 29 de septiembre de 1913 hasta el 24 de junio de 1914. Para esa última fecha, nos explica el autor, colisionaban dos proyectos de Revolución, una, popular, reivindicativa, cuya expresión militar fue la División del Norte, y otra, desde la autoridad, con carácter legalista y sin interés social ni reivindicativo, que es la Revolución Constitucionalista de Carranza.

Como elemento metodológico debemos entender asimismo la naturaleza de la narración. Salmerón no se conforma con ofrecer la enumeración de hechos y fechas, su interés es el de explicar por qué las cosas sucedieron así, y no de otra manera. Se aleja de la anécdota, del mito y del pintoresquismo —que son como lugares comunes de la historia revolucionaria— y en cambio nos ofrece una finísima trama bien fundamentada, bien trabada y eminentemente dialéctica donde, con impresionante lujo de detalles, nos brinda una visión holística de los agravios que desde 1857 padecieron las gentes de las regiones mencionadas. La constitución de 1857 y el triunfo del Liberalismo cambiaron el estatus de las tierras comunales, y abrieron un portillo para los abusos contra los pequeños agricultores. El régimen del presidente Díaz permitió que se agudizaran estos abusos mediante la práctica del darwinismo social y el laissez-faire, doctrinas políticas y económicas según las cuales, los poderosos estaban destinados a prevalecer sobre los débiles, y el Estado fungía como mero guardián y cómplice de los poderosos. Este es el telón de fondo sobre el cual Salmerón desarrolla su narración.

La primera parte del libro busca responder las siguientes preguntas. Busca cuáles son

a).- Las razones de la Revolución en el norte
b).- Los agravios
c).- Los impulsos rebeldes de los hombres que se presentarán

Para responder, Salmerón da cuenta de los antecedentes históricos, sociales, económicos, políticos, familiares y legales de lugares, comunidades e individuos que serán relevantes en el futuro de la historia y de la espacialidad divisionaria. Entre los temas estudiados están

El país de Villa (Chihuahua). Huejotitán y Balleza, en el sur, hasta San Andrés, en el norte; de San Francisco de Borja hasta Chihuahua).
El país de Orozco (Sierra de Chihuahua). Básicamente, los distritos de Guerrero, Galeana, Andrés del Río, Arteaga y Rayón.
Tierra de Jinetes (Sur y oriente de Chihuahua, norte de Durango). Bajo Conchos y desierto oriental de Chihuahua; pueblos agrícolas del Valle de Santa Rosa; porción chihuahuense del Bolsón de Mapimí; Parral y su comarca; poblaciones del norte de Durango.
La tierra del algodón y del guayule (Comarca Lagunera de Coahuila y Durango, Partido de Cuencamé).

La segunda parte del libro cuenta las vísperas o prolegómenos de la División del Norte, es decir, y como lo dice el autor, la lucha política nacional y regional, y las tres campañas guerrilleras que permitieron la acumulación de fuerzas y experiencias que permitió el nacimiento del más poderoso ejército popular de nuestra historia. En este apartado son importantes los siguientes temas:

¡Viva Madero!. La política nacional, estatal y municipal a la luz del ocaso del porfiriato; la entrevista Creelman-Díaz; La sucesión Presidencial, El Plan de San Luis y su artículo tercero; la rebelión, la caída de Ciudad Juárez (10 de mayo 1911) y de Torreón (15 de mayo 1911); el triunfo maderista con la firma del Convenio del 21 de mayo de 1911. La ascendente carrera militar de Pancho Villa. Diferentes expectativas de la revolución, de acuerdo a las percepciones de Madero (apertura democrática) y de los jefes revolucionarios del pueblo (expectativas de clase o de grupo, satisfacción de los agravios e injusticias).

Licenciados, colorados e irregulares Licenciamiento de tropas revolucionarias apenas gana el Maderismo; el agrarista Plan de Ayala, promulgado en noviembre de 1911; la rebelión de los llamados “colorados” por su bandera roja, los magonistas-anarquistas del Partido Liberal Mexicano y los inconformes agraristas en general; el Plan de Tacubaya para que Pascual Orozco continuara la revolución detenida por Madero, las escaramuzas agraristas de 1912 en Chihuahua, norte de Durango y La Laguna, la rebelión de Pascual Orozco (6 de marzo de 1912); expulsión de los maderistas de Chihuahua, entre ellos Pancho Villa; Plan de la Empacadora, con los reclamos de sus artículos 34 por el bienestar de los obreros (inspirado en la Rerum Novarum) y 35 por las demandas agrarias. El papel de los “irregulares” (milicianos). Villa escapa de su prisión en México (26 de diciembre de 1912).

La rebelión de los coroneles
El fin de la era maderista. Golpe de estado que inicia el 9 de febrero de 1913, aprehensión del presidente y el vicepresidente el 18, y su asesinato el 22. Plan de Guadalupe y la “rebelión administrada” o “legitimista”.

La tercera parte del libro cuenta la historia de la División del Norte propiamente dicha:

El nacimiento de la División del Norte. 29 de septiembre de 1913: nace en La Loma la División del Norte, con Pancho Villa a la cabeza. 1 de octubre de 1913, toma de Torreón en perfecto orden. Toma de ciudad Juárez (tren troyano), captura del resto de Chihuahua.

Un proyecto revolucionario. Villa, gobernador de Chihuahua. “Decreto de confiscación de bienes de los enemigos de la Revolución”. La revolución popular y reivindicativa de Villa.

El ejército en acción. La toma de Torreón del 3 de abril de 1914. Intento de saqueo de algunos vecinos, y su contención por los villistas. La de Torreón, la batalla más sangrienta y más importante contra el huertismo. Diferencias entre los proyectos de revolución (y de nación) entre Villa y Carranza. (La rebelión reivindicativa de Villa contra la rebelión legitimista, mas no social, de Carranza). Villa, mero advenedizo con poder a ojos de Carranza. Toma villista de Saltillo y la legendaria carga de caballería sobre Paredón. 10 de junio de 1914, la ruptura entre Carranza y Villa. 24 de junio de 1914, toma de Zacatecas.

Epílogo. El impacto de Villa, villistas y villismo en la historia y en el imaginario nacional.

El manejo de la información contenida en este interesante libro demuestra los niveles de erudición que alcanza su autor. Por otra parte, la ilusión de temporalidad está tan bien lograda, y es tan vasta la cantidad de información matizada que encontramos, que al final del texto pareciera que nuestros recuerdos no son los de la lectura de un libro, sino los de nuestras vivencias en la División del Norte. Particular mención requieren aquellas secciones dedicadas a la Comarca Lagunera, por el interés que tienen para nosotros.

¿Qué más puedo añadir a esta presentación? Que este texto muy verosímil y sumamente amigable. La Revolución villista deja de ser un problema político o militar, y toma su verdadera dimensión de reclamo armado de los habitantes de ciertos lugares, en una época dada. El mito cede paso a la historia veraz, al fenómeno social. No es Villa quien inventa el villismo, son las gentes agraviadas la que crean su propia agenda revolucionaria y colocan a Villa y a sus oficiales en el liderazgo de este ejército revolucionario surgido del pueblo.

Recomiendo ampliamente la adquisición y lectura de esta fascinante obra».

http://cronicadetorreon.blogspot.com/2008/05/divisin-del-norte-del-dr-pedro-salmern.html

24
Abr
10

La división del norte


La historia oficial de la Revolución Mexicana se encargó de presentar a la División del Norte como una extensión de Francisco Villa, y sobre éste se tejieron gran cantidad de mitos y leyendas sin pasar por alto sus antecedentes de bandido sanguinario, con el fin de descalificarlos. La ausencia de un plan político escrito en el que se plasmaran los objetivos y propósitos de su lucha, contribuyeron a considerar que este cuerpo militar carecía de una motivación identificada con las necesidades del pueblo.

…..Sin embargo, pese a ser Villa la figura que más se ha destacado de la División del Norte, este cuerpo militar contaba con gente que tenía objetivos claros y sabía para qué estaba ahí. Por el mismo ambiente en que se desarrollaron, habían adquirido también experiencia de lucha.

…..Para conocer a los hombres que integraron este ejército, Pedro Salmerón, en su obra La División del Norte, los hombres, las razones y la historia de un ejército del pueblo, nos hace viajar en el tiempo para recrear desde el ambiente geográfico hasta las problemáticas locales que cada pueblo de Chihuahua, el norte de Durango y la Comarca Lagunera (que abarca el norte y oriente del estado de Durango y el suroeste de Coahuila), venía arrastrando.

…..Nos muestra cómo intentaron encontrar soluciones y los múltiples caminos que probaron, desde las fórmulas legales hasta la conspiración. Cada comunidad tenía un representante que hablaba por todos los habitantes, ya fuera que enviara cartas de denuncia al periódico local o bien, si se consideraba necesario, para intentar hablar con el presidente de la república.

…..Actividad y efervescencia que existía antes de que Villa se convirtiera en primera figura del movimiento revolucionario y que continuaría aun después de la extinción de la División.
Como muestra de este estudio que incluye la lucha política regional y nacional, encontramos fragmentos como el siguiente, que nos ilustran acerca de la relación de los problemas de los pueblos y la conciencia de lucha de sus líderes:

…..La concentración de la tierra y los conflictos de los terratenientes con los pueblos libres (y, en algunos casos, con pueblos que no lo eran pero querían serlo) no eran nuevos en el partido de Cuencamé, pero la modernización porfirista los agudizó, sacando a la superficie viejas historias y creando otras nuevas. Estos conflictos de viejo cuño y de reciente factura convirtieron a la región en un foco revolucionario de gran potencial en las postrimerías del porfiriato: no es casualidad que los caudillos de la rebelión en Cuencamé, Calixto Contreras Espinosa y Severino Ceniceros Bocanegra, fueran con Toribio Ortega y Porfirio Talamantes, los de mayor y más clara vocación agrarista en las filas del villismo. 1

…..Contrario a la idea generalizada, los problemas de la vida rural no fueron el único fermento que incitara a la gente para incorporarse a las filas de la División del Norte. El ejército villista sumó entre sus filas también a representantes de la clase media con otras reivindicaciones por lograr y distintos motivos de descontento. Agravios como la imposibilidad de participar políticamente a través de algún cargo público, puesto que éstos se concentraban en manos de unas cuantas familias de la elite regional.

Qué decir del proletariado urbano, igualmente presente porque gracias a la difusión de las ideas del Partido Liberal Mexicano y de las organizaciones mutualistas habían adquirido una conciencia de clase, sobre todo la convicción de que el progreso de la región sólo beneficiaba a los grandes propietarios.

…..La División del Norte era, pues, un grupo muy heterogéneo en el cual los participantes tenían motivaciones claras y variadas para luchar. Ninguno de los integrantes tomó las armas al grito de “¡Viva Villa!”, pero como en muchos otros movimientos sociales, hubo demandas capaces de aglutinar.

Con estilo claro y prosa amena, Pedro Salmerón aporta los elementos para entender el proceso de maduración de los jefes regionales. La inicial participación guerrillera que les ganó el reconocimiento local para, posteriormente, integrar la hueste popular más poderosa de la Revolución Mexicana. Hombres comunes que, pese a haber sido derrotados, mantuvieron su lucha por la tierra hasta tiempos posteriores a la Revolución, de tal suerte que el presidente Lázaro Cárdenas realizó en la Comarca Lagunera uno de los repartos agrarios más importantes.

…..La lectura de esta obra es recomendable para el profesional de la Historia, pero también para quien se interesa en el tema sin ser especialista. De suyo, la Revolución, Villa y la División del Norte son temas con poder de seducción.

…..El libro desdibuja, sin duda, la leyenda negra creada alrededor de este cuerpo de combate, y eso logra el autor gracias a la documentación exhaustiva en archivos y testimonios de primera mano, así como el apoyo de otros estudios. Es un texto que contribuye a profundizar en el conocimiento de esta época de la Historia de México y, en particular, abre la posibilidad de reinterpretar a los protagonistas norteños de este momento histórico.

http://sepiensa.org.mx/contenidos/2007/d_divisonorte/p1.html

24
Abr
10

Francisco Villa


Su verdadero nombre era Doroteo Arango. Nacido en la hacienda de Río Grande, jurisdicción de S. Juan del Río, Durango, era hijo de Agustín Arango y de Micaela Quiñones Arámbula.

Dedicado desde la infancia a las labores del campo, pronto fue excelente caballista. Huérfano todavía adolescente, jefe de familia, defendió a una hermana ofendida por uno de los dueños de la hacienda en cuyas tierras trabajaba, y que abandonó para rehuir la persecución de una justicia parcial. Cambió entonces su nombre por el que se hizo famoso no sólo en la historia de la Revolución Mexicana, sino en todo el mundo, que le conocerá por Pancho Villa.

Los hechos de los años anteriores a su adhesión a la campaña de Madero, señalan las fallas del hombre rudo e impulsivo dependiente de una sociedad que le tolera, o que le acosa cuando le considera fuera de su propia ley.

Villa se unió a la campaña maderista en 1909, bajo la influencia de Abraham González, gobernador a la sazón del estado de Chihuahua. Aunque Villa no tuvo educación escolar, sus actividades comerciales le habían hecho aprender a leer y escribir. Su compromiso de levantarse en armas contra la dictadura de Porfirio Díaz, lo cumplió el 17 de noviembre de 1910, al atacar la hacienda de Cavaría, en Chihuahua, al que le siguieron los encuentros de San Andrés, Las Escobas y Ciudad Camargo.

Desde un principio se destacaron sus dotes como combatiente y organizador, ayudado por el exacto conocimiento del terreno que pisaba. Conoció a Francisco I. Madero, en la hacienda de Bustillos, ante el cual se presentó con regular número de tropa, disciplinada y bien pertrechada. Recibió entonces el grado de coronel. Es significativo que ya figurara entre militares de mayor historia, entre los que concurrieron a la junta convocada por Madero el 1 de mayo de 1911, frente a Ciudad Juárez, para concertar la paz.

De acuerdo con Pascual Orozco, Villa atacó Ciudad Juárez y obtuvo uno de los primeros y más señalados triunfos de la revolución incipiente. Al triunfo de la lucha armada, Villa se dedicó al comercio. Radicado en la ciudad de Chihuahua, fue introductor de ganado y dueño de varias carnicerías. Su nueva etapa en los campos de batalla se inició al producirse la rebelión de Pascual Orozco. Combatió en territorios de Chihuahua y de Durango, en donde engrosó sus filas. En Torreón se incorporó a las tropas de Victoriano Huerta, encargado por el gobierno de Madero para someter a los orozquistas.

Por su lealtad y méritos en campaña ascendió a general brigadier honorario. Triunfó en Conejos y en la importante acción de Rellano. El recelo de Victoriano Huerta le provocó dificultades, y estuvo a punto de ser fusilado. Remitido preso a la ciudad de México, se fugó de la cárcel Militar en 1912, y pasando por Guadalajara y Manzanillo, marchó a Estados Unidos.

Regresó al país a la muerte de Madero; se internó por Chihuahua con sólo ocho hombres, a los que se unieron pronto miles de soldados que le siguieron en sus acciones de guerra. Fue auxiliado con dinero por el gobernador de Sonora, José María Maytorena. Combatió contra los generales Salvador R. Mercado y Félix Terrazas. A este último le hizo 237 prisioneros, que fusila en cumplimiento de la Ley de 25 de enero de 1862.

En Ciudad Jiménez, en septiembre de 1913, se constituyó la famosa División del Norte, poco antes del ataque a Torreón, y que su origen comandó Villa. Las dos batallas que precedieron a la toma de Torreón, ocurridas el 30 de septiembre de 1913 y abril de 1914, son consideradas dignas de figurar en tratados en materia bélica.

De vuelta a Chihuahua, atacó a la capital, y con la rapidez que desconcertaba a sus adversarios, marchó sobre Ciudad Juárez que ocupó el 15 de noviembre de 1913. Dio después la batalla de Tierra Blanca, en la que desarrolló su intuición militar. Toda una división federal fue derrotada, apoderándose de parque e implementos. Ganó al poco tiempo la batalla de Ojinaga, y el 8 de diciembre de 1913 entró a la ciudad de Chihuahua, donde asumió el cargo de gobernador provisional.

Demostró capacidad administrativa; restableció el orden, abarató los artículos de primera necesidad, abrió el Instituto Científico y Literario; condonó contribuciones atrasadas, y emitió papel moneda. Aunque dejó el gobierno el 8 de enero de 1914 en la práctica, ejerció el poder varios meses más. En marzo combatió en Gómez Palacio, ya incorporados a la División del Norte los generales Felipe Ángeles, José Isabel Robles y Raúl Madero.

Desde sus primeros triunfos se suscitaron hondas diferencias con Venustiano Carranza. Éste le ordenó tomar la ciudad de Saltillo, regateándole por otra parte pertrechos necesarios para llevarlo a cabo, mientras que, al mismo tiempo, se fraguaban maniobras políticas entre los elementos villistas y las autoridades civiles de Chihuahua. Sin embargo, obedeció Villa las órdenes de Carranza y tomó a sangre y fuego la plaza de Zacatecas el 23 de junio de 1914. Esta victoria decidió el triunfo de las armas revolucionarias y la caída de Victoriano Huerta. Ahondada la división con Carranza, interviene el general Álvaro Obregón cerca de Villa, que estuvo a punto de fusilar al enviado de México.

Inaugurada la Convención el 1 de octubre, se trasladó el 10 a Aguascalientes Ahí se unieron zapatistas y villistas en contra de los afectos a Carranza. La Convención cesó a Villa y a Carranza de sus cargos pero bajo la presidencia del general Eulalio Gutiérrez, Villa fue designado jefe de Operaciones de la Convención. Entró a la ciudad de México con Emiliano Zapata el 6 de diciembre de 1914.

La controversia política se desplazó a los campos de batalla; Villa fue derrotado en la zona del Bajío: Celaya, León y Trinidad. Se vio obligado a regresar a su punto de partida, al norte, donde siguió combatiendo hasta 1915. Fracasó en una incursión sobre Sonora. Atacó Columbus, lugar fronterizo de Estados Unidos, y provocó la llamada Expedición Punitiva. Sus tropas se redujeron y aunque tuvo fuerzas para amedrentar a los congresistas de Querétaro (1916-1917), Villa había perdido su categoría de jefe de ejércitos para volver a su condición de temido guerrillero, y entrar en la leyenda.

Nombrado presidente interino Adolfo de la Huerta en 1920, se efectuó en mayo de 1920 una entrevista cerca del pueblo de Allende, Chihuahua, entre los generales Francisco Villa e Ignacio C. Enríquez, con el objeto de que el primero reconociera al gobierno surgido del Plan de Agua Prieta, y de que depusiera las armas, ya que Venustiano Carranza, contra quien luchaba, había sido muerto. Antes de concluir las entrevistas y como las tropas de Enríquez planeaban aprehender a Villa, éste esquivó estas tropas y se retiró.

Por fin Villa se amnistió gracias a los buenos oficios de su amigo Elías Torres, firmándose los Convenios de Sabinas. Se le reconoció el grado de general de división con haberes completos, y recibió en propiedad el Rancho de Canutillo de 25 mil hectáreas, cercano a Hidalgo del Parral, Chihuahua, que explotó con sus antiguos compañeros de la División del Norte, los Dorados.

El 20 de julio de 1923, Villa, en compañía de su fiel compañero de armas, el coronel Miguel Trillo, cae asesinado víctima de una emboscada que le tiende Jesús Salas Barraza en las entradas de la ciudad de Parral.

Sus restos fueron profanados en febrero de 1926, cuando un estadounidense viola la tumba en donde descansaban y se llevó a su país la cabeza del Centauro del Norte. En 1967 se colocó su nombre, con letras de oro, en el recinto de la Cámara de Diputados, y el 20 de noviembre de 1969 se inauguró una estatua ecuestre con la efigie de Villa en la ciudad de México.

http://www.revolucion.bicentenario.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=39:francisco-villa-1878-1923-&catid=3:biografias&Itemid=5

24
Abr
10

Intervención estadounidense


El 9 de abril, seis barcos estadounidenses estaban anclados cerca de Tampico, ese mismo día, un ballenero estadounidense se acercó al puerto, sus tripulantes descendieron para abastecerse de combustible pero fueron aprehendidos por soldados federales mexicanos. Aunque los estadounidenses fueron liberados al poco tiempo, el contraalmirante estadounidense Mayo pidió al general huertista Morelos Zaragoza un castigo ejemplar para quienes habían realizado las detenciones y exigió que se izara la bandera de los Estados Unidos a la cual se le deberían rendir honores con 21 cañonazos. El gobierno huertista trató de llegar a un arreglo pero todo fue en vano, debido a que el presidente Wilson ya había dado instrucciones para la ocupación del puerto de Veracruz evitando que Huerta recibiera un embarque de municiones procedentes de Alemania que era transportado en el Ypriranga. La infantería estadounidense tomó la aduana de Veracruz el 21 de abril de 1914, posteriormente todo el puerto y el día 22 el puerto de Tampico.

Huerta rompió entonces las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y envió a la mayor parte de su ejército al estado. Argentina, Brasil y Chile (ABC) se ofrecieron a actuar como mediadores en el conflicto durante las conferencias en Niagara Falls, Canadá, el 20 de mayo de ese mismo año. El 24 de junio se firmó finalmente un acuerdo que establecía que los Estados Unidos reconocerían cualquier gobierno provisional que resultara del conflicto armado, compensarían a los ciudadanos estadounidenses que se vieran afectados por la revolución y que su gobierno no exigiría indemnización alguna por el incidente de Tampico.[99]

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Abr
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La revolución constitucionalista: documental parte 1

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La revolución constitucionalista: documental parte 2

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La revolucion constitucionalista


El 23 de febrero de 1913, cuando aún no se daba por enterado del asesinato del depuesto presidente Madero en la ciudad de México, el gobernador del Estado de Coahuila, don Venustiano Carranza, inicia en la ciudad de Saltillo la Revolución Constitucionalista, con el objeto de combatir a Victoriano Huerta, quien se había posesionado del poder ejecutivo.
M
ientras en la ciudad de México los periódicos daban la noticia de que Madero y Pino Suárez habían sido asesinados por un grupo de rurales y todo el pueblo se conmocionaba con la tragedia, en la capital del estado de Coahuila se reunían todos los jefes militares de confianza de Venustiano Carranza que tampoco estaban de acuerdo en que Victoriano Huerta hubiese sido designado Presidente de la República.
De hecho la Revolución Constitucionalista se había iniciado desde el día en que el congreso del Estado de Coahuila había expedido aquel histórico decreto por el que se desconocía a Huerta como Jefe del Poder Ejecutivo y se daban facultades extraordinarias a Carranza para levantarse en armas, haciendo un llamado a todos los demás estados del país.
Sin embargo, fue hasta este día 13 de febrero cuando el señor Carranza vistió por primera vez el uniforme de campaña y montado en un brioso caballo prieto, se puso al frente de un grupo de militares y soldados fieles al Gobierno, haciendo su primera salida en Plan Revolucionario con la mira de no descansar hasta arrojar del poder al usurpador.

La mañana de aquel día 23 de febrero, el señor Carranza se reunió frente al palacio de gobierno de Saltillo, Coahuila, con todos los militares que había invitado y les dictó las primeras disposiciones para integrar aquel movimiento, encabezando una caravana que se dirigió hacia el pueblo de Ramos Arizpe, en donde fue recibido con aplausos.
A
compañaban al señor Carranza el capitán Luis G. Garfías y el señor Aldo Baroni, mismos que posteriormente habrían de desertar de la Revolución, escapando como cobardes al lado estadounidense. En aquel mismo día se adhirieron a la caravana revolucionaria, el doctor Daniel Ríos Zertuche, y el capitán Rafael Saldaña Galván, comenzando a aumentarse las filas del movimiento carrancista.
El señor Carranza, antes de iniciar su revolución, nombró al mayor Cayetano Ramos, pagador de las fuerzas constitucionalistas, para lo cual también había dispuesto de 48 mil pesos, que había en la Tesorería del Estado de Coahuila, contando con la aprobación del Congreso coahuilense.
Al caer la tarde, Carranza dictó su primera orden militar, comisionando a Jacinto B. Treviño y a Miguel Acosta, para que con un grupo de soldados detuviera el tren ordinario mixto que venía rumbo a Saltillo, haciéndolo regresar hasta Ramos Arizpe, con el objeto de confiscarlo para el servicio de la revolución.
Otra medida tomada por el gobernador de Coahuila, fue comunicarse urgentemente por telégrafo con los generales Plutarco Elías Calles y Alvaro Obregón, quienes se encontraban en el estado de Sonora, a quienes explicó brevemente el motivo de la sublevación contra huerta. Como contestación el señor Carranza recibió todo el apoyo necesario de los dos generales.

En Torreón, Coahuila, también estaba haciendo campaña en señor Jesús Carranza, hermano de don Venustiano, quien había reunido unos tres mil hombres, incluyendo a los soldados de la zona militar al frente del cual estaba el general Trucy Aubert.
Para la noche de aquel día ya se sabía en todo el norte de la República lo del asesinato de Madero y Pino Suárez, y en Monterrey, el gobernador de Nuevo León, Viviano Villarreal, protestó inmediatamente abandonando su cargo y entregando al jefe de la zona militar, general Jerónimo Treviño, la dirección del Estado.

De Veracruz, de Sonora, de Nuevo León y de otros muchos estados de la República secundaron el movimiento de Carranza y en pocos días la revolución era todo un hecho. La lucha iniciada contra Huerta no cesó hasta derrocar el dictador, un año después.

http://www.iea.gob.mx/webiea/inf_general/archivos/biogra/revconst.html

24
Abr
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Venustiano Carranza


Presidente de la República, nacido en Cuatrociénegas, Coahuila. Fueron sus padres el Coronel Don Jesús Carranza y Doña María de Jesús Garza. Hizo estudios en el Ateneo Fuente de Saltillo, y en la Escuela Preparatoria de la ciudad de México. Inició su carrera política como presidente municipal de su pueblo natal, primero en 1887 y por segunda vez desde 1894 a 1898.

En la reelección del gobernador Garza Galán, se levanta en armas, que depone ante el candidato de transacción, José María Múzquez. Fue diputado local; suplente de diputado federal y senador propietario por su estado, y gobernador interino del mismo en 1908.

Figura entre los partidarios del general Reyes, y es de los primeros en afiliarse a los principios antirreeleccionistas. Francisco I. Madero le designa en su gabinete, formado en Ciudad Juárez, ministro de Guerra y Marina. Ocupa el Gobierno de Coahuila, y a la muerte de Madero formula el Plan de Guadalupe el 26 de marzo de 1913, en el que se desconocía a Victoriano Huerta y a los Poderes Legislativo y Judicial.

Proclamado Primer Jefe del Ejército Constitucionalista (llamado así por defender a la Constitución de 1857), inicia su marcha a Sonora. Cruzó el Bolsón de Mapimí y el estado de Chihuahua, iniciando después la marcha hacia el sur.
Caído Huerta, y ocupada la capital de la República por el general Obregón en virtud de los Tratados de Teoloyucan, Venustiano Carranza entra a la ciudad de México el 20 de agosto de 1914.

Pronto se hicieron patentes las diferencias entre el primer jefe y el general Francisco Villa, que tomaron grave cariz a propósito del ataque a la plaza de Zacatecas, y que culminaron con insubordinarse el segundo, al ser invitado por Carranza a concurrir a la Convención convocada para el 1 de octubre de 1914 en la ciudad de México con el propósito de zanjar algunos de los graves problemas planteados por la Revolución, y que tuvo que reunirse después en Aguascalientes.

En ella se cesó a Francisco Villa como jefe de la División del Norte, y como primer jefe Venustiano Carranza nombrándose presidente provisional al General Eulalio Gutiérrez. Carranza no tomó en cuenta las disposiciones de la Convención de Aguascalientes, y abandonó la capital de la República el 2 de noviembre de 1914 para instalarse con su Gobierno en el puerto de Veracruz.

La batalla de Celaya, ganada a Villa por Obregón, permitió el regreso del primer jefe a la ciudad de México. Convocó en 1916 a un Congreso Constituyente para reformar la Constitución de 1857. Reunido en Querétaro el 1 de diciembre de 1916, cerró sus sesiones el 31 de enero de 1917, y el 5 de febrero se proclama la Carta Magna de 1917.

En ese mismo año, el 6 de febrero, Venustiano Carranza expidió la convocatoria para elecciones de diputados y senadores al XXVII Congreso de la Unión y para presidente de la República.

El 15 de abril se abrieron las sesiones del Congreso y el 1 de mayo de 1917 Venustiano Carranza tomó posesión como presidente constitucional de la República, mas Villa en el norte y Zapata en el sur, constituyeron para su gobierno hondas perturbaciones e impidieron la paz en el país.

Al preludiarse la sucesión presidencial de 1920, se mostró inclinado por la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas, embajador de México en Estados Unidos, contra los candidatos de oposición: Alvaro Obregón y Pablo González.

En conflicto con la legislatura de Sonora y la mayor parte del ejército, la revolución encabezada por los sonorenses Calles, Obregón y De la Huerta, le obliga a evacuar la ciudad de México, y con todos los poderes se dirigió en tren al puerto de Veracruz.

En la estación de Aljibes se vio precisado a internarse en la sierra de Puebla, y en el lugar denominado Tlaxcalantongo perdió la vida el 21 de mayo de 1920, a manos de las fuerzas del general Rodolfo Herrero.

Venustiano Carranza, el Varón de Cuatro Ciénegas, «poseía una buena cultura particularmente histórica, y pertenecía a la clase media acomodada de su Estado natal. Era un hombre reposado, sereno, enérgico, muy celoso de su autoridad… Tal vez puede decirse que en ocasiones era inflexible y obstinado.»

El primer jefe del Ejército Constitucionalista demostró su preocupación por dos problemas fundamentales: el de petróleo y el agrario… La Ley de 6 de enero de 1915 es sin discusión el paso legislativo de mayor trascendencia en materia agraria… esta Ley marca el principio de lo que se ha convenido en llamar la Reforma Agraria Mexicana…»

http://www.bicentenario.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=143:venustiano-carranza-1859-1920&catid=85:biografias-revolucion

24
Abr
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Adiciones al plan de guadalupe


Veracruz, 12 de diciembre de 1914

Venustiano Carranza

VENUSTIANO CARRANZA, Primer jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de la República Mexicana,

CONSIDERANDO: Que al verificarse, el 19 de febrero de 1913, la aprehensión del Presidente y Vicepresidente de la República por el exgeneral Victoriano Huerta, y usurpar éste el Poder Público de la Nación el día 20 del mismo mes, privando luego de la vida a los funcionarios legítimos, se interrumpió el orden constitucional y quedó la República sin Gobierno legal.

Que el que suscribe, en su carácter de Gobernador Constitucional de Coahuila, tenía protestado de una manera solemne cumplir y hacer cumplir la Constitución General, y que en cumplimiento de este deber y de tal protesta estaba en la forzosa obligación de tomar las armas para combatir la usurpación perpetrada por Huerta, y restablecer el orden constitucional en la República Mexicana.

Que este deber le fue, además, impuesto, de una manera precisa y terminante, por decreto de la Legislatura de Coahuila en el que se le ordenó categóricamente desconocer al Gobierno usurpador de huerta y combatirlo por la fuerza de las armas, hasta su completo derrocamiento.

Que, en virtud de lo ocurrido, el que suscribe llamó a las armas a los mexicanos patriotas, y con los primeros que lo siguieron formó el Plan de Guadalupe de 26 de marzo de 1913, que ha venido sirviendo de bandera y de estatuto a la Revolución Constitucionalista.

Que a los grupos militares que se formaron para combatir la usurpación huertista, las Divisiones del Noroeste, Noreste, Oriente, Centro y Sur operaron bajo la dirección de la primera jefatura, habiendo existido entre ésta y aquéllas perfecta armonía y completa coordinación en los medios de acción para realizar el fin propuesto; no habiendo sucedido lo mismo con la División del Norte que, bajo la dirección del general Francisco Villa, dejó ver desde un principio tendencias particulares y se sustrajo al cabo, por completo, a la obediencia del Cuartel General de la Revolución Constitucionalista, obrando por su sola iniciativa al grado de que la Primera Jefatura ignora todavía hoy, en gran parte, los medios de que se ha valido el expresado general para proporcionarse fondos y sostener la campaña, el monto de esos fondos y el uso de que ellos haya hecho.

Que una vez que la Revolución triunfante llegó a la Capital de la República, trataba de organizar debidamente el gobierno provisional y se disponía, además, a atender las demandas de la opinión pública, dando satisfacción a las imperiosas exigencias de reforma social que el pueblo ha menester cuando tropezó con las dificultades que la reacción había venido preparando en el seno de la División del Norte, con propósitos de frustrar los triunfos alcanzados por los esfuerzos del Ejército Constitucionalista.

Que esta primera jefatura, deseosa de organizar el gobierno provisional de acuerdo con las ideas y tendencias de los hombres con las armas en la mano hicieron la Revolución constitucionalista, y que, por lo mismo, estaban íntimamente penetrados por los ideales que venía persiguiendo y convocó en la ciudad de México una asamblea de generales, gobernadores y jefes con mando de tropas, para que estos acordaran un programa de gobierno, indicaran en síntesis general las reformas indispensables al logro de la redención social y política de la nación, y fijaran la forma y época para restablecer el orden constitucional.

Que este propósito tuvo que aplazarse pronto, porque los generales, gobernadores y jefes que concurrieron a la convención militar en la ciudad de México estimaron conveniente que estuvieran representados en ella todos los elementos armados que tomaron parte en la lucha contra la usurpación huertista, algunos de los cuales se habían abstenido de concurrir, a pretexto de falta de garantías y a causa de la revelación que en contra de esta primera jefatura había iniciado el general Francisco Villa, y quisieron para ello, trasladarse a la ciudad de Aguascalientes, que juzgaron el lugar mas indicado y con las condiciones de neutralidad apetecidas para que la convención militar continuase sus trabajos.

Que los miembros de la convención tomaron este acuerdo después de haber confirmado al que suscribe en las funciones que venía desempeñando como primer jefe de la Revolución constitucionalista y encargado del poder ejecutivo de la república del que hizo entonces formal entrega, para demostrar que no le animaban sentimientos bastardos de ambición personal, sino que, en vista de las dificultades existentes, su verdadero anhelo era que la acción revolucionaria no se dividiese, para no malograr los triunfos de la Revolución triunfante.

Que esta primera jefatura no puso ningún obstáculo a la translación de la convención militar a la ciudad de Aguascalientes, aunque estaba íntimamente persuadida de que, lejos de obtenerse la conciliación que se deseaba, se había de hacer más profunda la separación entre el jefe de la división del norte y el ejército constitucionalista, porque no quiso que se pensara que tenía el propósito deliberado de excluir a la división del norte de la discusión sobre los asuntos mas trascendentales, porque no quiso parecer tampoco rehusando ese último esfuerzo conciliatorio y porque consideró que era preciso, para el bien de la Revolución, que los verdaderos propósitos del general Villa se revelasen de una manera palmaria ante la conciencia nacional, sacando de su error a los que de buena fe creían en la sinceridad y en el patriotismo del general Villa y del grupo de hombres que lo rodean.

Que apenas iniciados en Aguascalientes los trabajos de la convención, quedaron al descubierto las maquinaciones de los agentes villistas, que desempeñaron en aquélla el papel principal, y se hizo sentir el sistema de amenazas y de presión que, sin recato, se puso en práctica, contra los que por su espíritu de independencia y sentimientos de honor, resistían las imposiciones que el jefe de la división del norte hacía para encaminar a su antojo los trabajos de la convención.

Que por otra parte, muchos de los jefes que concurrieron a la convención de Aguascalientes no llegaron a penetrarse de la importancia y misión verdadera que tenía dicha convención y, poco o nada experimentados en materias políticas, fueron sorprendidos en su buena fe por la malicia de los agentes villistas, y arrastrados a secundar inadvertidamente las maniobras de la división del norte sin llegar a ocuparse de la causa del pueblo, esbozando siquiera el pensamiento general de la revolución y el programa de gobierno preconstitucional, que tanto se deseaba.

Que, con el propósito de no entrar en una lucha de carácter personalista de no derramar más sangre, esta primera jefatura puso de su parte todo cuanto le era posible para una conciliación ofreciendo retirarse del poder siempre que establecieran un gobierno capaz de llevar a cabo las reformas políticas y sociales que exige el país. Pero no habiendo logrado contentar los apetitos de poder de la división del norte, no obstante las sucesivas concesiones hechas por la primera jefatura, y en vista de la actitud bien definida de un gran número de jefes constitucionalistas que, desconociendo los acuerdos tomados por la convención de Aguascalientes, ratificaron su adhesión al plan de Guadalupe, esta primera jefatura se ha visto en el caso de aceptar la lucha que ha iniciado la reacción que encabeza por ahora el general Francisco Villa.

Que la calidad de los elementos en que se apoya el general Villa, que son los mismos que impidieron al presidente Madero orientar su política en un sentido radical, fueron, por lo tanto, los responsables políticos de su caída y, por otra parte, las declaraciones terminantes hechas por el mismo jefe de la división del norte, en diversas ocasiones, de desear que se restablezca el orden constitucional antes de que se efectúen las reformas sociales y políticas que exige el país, dejan entender claramente que la insubordinación del general Villa tiene un carácter netamente reaccionario y opuesto a los movimientos del constitucionalista, y tiene el propósito de frustrar el triunfo completo de la revolución, impidiendo el establecimiento de un gobierno preconstitucional que se ocupara de expedir y poner en vigor las reformas por las cuales ha venido luchando el país desde hace cuatro años.

Que, en tal virtud, es un deber hacia la revolución y hacia la Patria proseguir la revolución comenzada en 1913, continuando la lucha contra los nuevos enemigos de la libertad del pueblo mexicano.

Que teniendo que sustituir, por lo tanto, la interrupción del orden constitucional durante este nuevo periodo de lucha, debe, en consecuencia, continuar en vigor el plan de Guadalupe, que le ha servido de norma y bandera, hasta que, cumplido debidamente y vencido el enemigo, pueda restablecerse el imperio de la Constitución.

Que no habiendo sido posible realizar los propósitos para que fue convocada la convención militar de octubre, y siendo el objeto principal de la nueva lucha, por parte de las tropas reaccionarias del general Villa, impedir la realización de las formas revolucionarias que requiere el pueblo mexicano, el primer jefe de la revolución constitucionalista tiene la obligación de procurar que, cuanto antes, se pongan en vigor todas las leyes en que deben cristalizar las reformas políticas y económicas que el país necesita expidiendo dichas leyes durante la nueva lucha que va a desarrollarse.

Que, por lo tanto, y teniendo que continuar vigente el plan de Guadalupe en su parte esencial, se hace necesario que el pueblo mexicano y el ejército constitucionalista conozcan con toda precisión los fines militares que se persiguen en la nueva lucha, que son el aniquilamiento de la reacción que renace encabezada por el general Villa y la implantación de los principios políticos y sociales que animan a esta primera jefatura y que son los ideales por los que ha venido luchando desde hace más de cuatro años el pueblo mexicano.

Que, por lo tanto, y de acuerdo con el sentir más generalizado de los jefes del ejército constitucionalista, de los gobernadores de los estados y de los demás colaboradores de la revolución e interpretando las necesidades del pueblo mexicano, he tenido a bien decretar lo siguiente:

Art. 1° Subsiste el plan de Guadalupe de 26 de marzo de 1913 hasta el triunfo completo de la revolución y, por consiguiente, el C. Venustiano Carranza continuará en su carácter de primer jefe de la revolución constitucionalista y como encargado del Poder Ejecutivo de la nación, hasta que vencido el enemigo quede restablecida la paz.

Art. 2° El primer jefe de la revolución y encargado del Poder Ejecutivo expedirá y pondrá en vigor, durante la lucha, todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a dar satisfacción a las necesidades económicas, sociales y políticas del país, efectuando las reformas que la opinión exige como indispensables para restablecer el régimen que garantice la igualdad de los mexicanos entre sí; leyes agrarias que favorezcan la formación de las tierras de que fueron injustamente privados; leyes fiscales encaminadas a obtener un sistema equitativo de impuestos a la propiedad de raíz; legislación para mejorar la condición del peón rural, del obrero, del minero y, en general, de las clases proletarias; establecimiento de la libertad municipal como institución constitucional; bases para un nuevo sistema de organización del Poder Judicial independiente, tanto en la federación como en los estados; revisión de las leyes relativas al matrimonio y al estado civil de las personas; disposiciones que garanticen el estricto cumplimiento de las leyes de reforma; revisión de los códigos Civil, Penal y de Comercio; reformas del procedimiento judicial, con el propósito de hacer expedita y efectiva la administración de justicia; revisión de las leyes relativas a la explotación de minas, petróleo, aguas, bosques y demás recursos naturales del país, y evitar que se formen otros en lo futuro; reformas políticas que garanticen la verdadera aplicación de la constitución de la república, y en general, todas las demás leyes que se estimen necesarias para asegurar a todos los habitantes del país la efectividad y el pleno goce de sus derechos, y la igualdad ante la ley.

Art. 3° Para poder continuar la lucha y para poder llevar a cabo la obra de reformas a que se refiere el artículo anterior el jefe de la revolución, queda expresamente autorizado para convocar y organizar el ejército constitucionalista y dirigir las operaciones de la campaña; para nombrar a los gobernadores y comandantes militares de los estados y removerlos libremente; para hacer las expropiaciones por causa de utilidad pública que sean necesarias para el reparto de tierras, fundación de pueblos y demás servicios públicos; para contratar empréstitos y expedir obligaciones del tesoro nacional, con indicación de los bienes con que han de garantizarse; para nombrar y remover libremente los empleados federales de la administración civil y de los estados y fijar las atribuciones de cada uno de ellos; para hacer directamente o por medio de los jefes que autorice, las requisiciones de tierras, edificios, armas, caballos, vehículos, provisiones y demás elementos de guerra; y para establecer condecoraciones y decretar recompensas por servicios prestados a la revolución.

Art. 4° Al triunfo de la revolución, reinstalada la suprema jefatura en la ciudad de México y después de efectuarse las elecciones de ayuntamientos en la mayoría de los estados de la república, el primer jefe de la revolución, como encargado del Poder Ejecutivo, convocará a elecciones para el Congreso de la Unión, fijando en la convocatoria la fecha y los términos en que dichas elecciones habrán de celebrarse.

Art. 5° Instalado el Congreso de la Unión, el primer jefe de la revolución dará cuenta ante él del uso que haya hecho de las facultades de que por el presente se haya investido, y en especial le someterá las reformas expedidas y puestas en vigor durante la lucha, con el fin de que el Congreso las ratifique, enmiende o complete, y para que eleve a preceptos constitucionales aquéllas que deban tener dicho carácter, antes de que restablezca el orden constitucional.

Art. 6° El Congreso de la Unión expedirá las convocatorias correspondientes para la elección del Presidente de la república y, una vez efectuada ésta, el primer jefe de la nación entregará al electo el Poder Ejecutivo.

Art. 7° En caso de falta absoluta del actual jefe de la revolución y mientras los generales y gobernadores proceden a elegir al que deba sustituirlo, desempeñará transitoriamente la primera jefatura el jefe del cuerpo del ejército, del lugar donde se encuentre el gobierno revolucionario al ocurrir la falta del primer jefe.

Constitución y Reformas H. Veracruz, diciembre 12 de 1914

V. Carranza Al C. Oficial Mayor Encargado del Despacho de Gobernación. Presente. Y lo comunico a usted para su conocimiento y fines consiguientes.

Veracruz, diciembre 12 de 1914 El Oficial Mayor, Adolfo de la Huerta

……………………………………………………………………………….

DECRETO QUE REFORMA ALGUNOS ARTÍCULOS DEL PLAN DE GUADALUPE

VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la República, en uso de las facultades de que me hallo investido, y,

CONSIDERANDO: Que en los artículos 4°, 5° y 6° de las Adiciones al Plan de Guadalupe, decretados en la H. Veracruz, con fecha 12 de diciembre de 1914, se estableció de un modo claro y preciso que al triunfo de la Revolución, reinstalada la Suprema Jefatura en la ciudad de México y hechas las elecciones de Ayuntamientos en la mayoría de los Estados de la República, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo convocaría a elecciones para el Congreso de la Unión, fijando las fechas y los términos en que dichas elecciones habrían de celebrarse; que, instalado el Congreso de la Unión, el Primer Jefe daría cuenta del uso que hubiere hecho de las facultades de que el mismo decreto lo invistió, y le sometería especialmente las medidas expedidas y puestas en vigor durante la lucha, a fin de que las ratifique, enmiende o complete; y para que eleve a preceptos constitucionales, las que deban tener dicho carácter; y, por último, que el mismo Congreso de la Unión expediría la convocatoria correspondiente para la elección de Presidente de la República, y que, una vez efectuada ésta, el Primer Jefe de la Nación entregaría al electo el Poder Ejecutivo.

Que esta Primera Jefatura ha tenido siempre el deliberado y decidido propósito de cumplir con toda honradez y eficacia el programa revolucionario delineado en los artículos mencionados y en los demás del decreto de 12 de diciembre, y al efecto ha expedido diversas disposiciones directamente encaminadas a preparar el establecimiento de aquellas instituciones que hagan posible y fácil el gobierno del pueblo por el pueblo; y que aseguren la situación económica de las clases proletarias, que habían sido las más perjudicadas con el sistema de acaparamiento y monopolio adoptado por gobiernos anteriores, así como también ha dispuesto que se proyecten todas las leyes que se ofrecieron en el artículo segundo del decreto citado, especialmente las relativas a las reformas políticas que deben asegurar la verdadera aplicación de la Constitución de la República, y la efectividad y pleno goce de los derechos de todos los habitantes del país; pero, al estudiar con toda atención estas reformas, se ha encontrado que si hay algunas que no afectan a la organización y funcionamiento de los poderes públicos, en cambio hay otras que sí tienen que tocar forzosamente éste y aquella, así como también que, de no hacerse estas últimas reformas, se correría seguramente el riesgo de que la Constitución de 1857, a pesar de la bondad indiscutible de los principios en que descansa y del alto ideal que aspira a realizar el Gobierno de la Nación, continuara siendo inadecuada para la satisfacción de las necesidades públicas, y muy propicia para volver a entronizar otra tiranía igual o parecida a las que con demasiada frecuencia ha tenido al país, con la completa absorción de todos los poderes por parte del Ejecutivo; o que los otros, con especialidad el Legislativo, se conviertan en una rémora constante para la marcha regular y ordenada de la administración; siendo por todo esto de todo punto indispensable hacer dichas reformas, las que traerán, como consecuencia forzosa, la independencia real y verdadera de los tres departamentos del poder público, su coordinación positiva y eficiente para hacer sólido y provechoso el uso de dicho poder, dándole prestigio y respetabilidad en el exterior, y fuerza y moralidad en el interior.

Que las reformas que no tocan a la organización y funcionamiento de los poderes públicos, y las leyes secundarias, pueden ser expedidas y puestas en práctica desde luego sin inconveniente alguno, como fueron promulgadas y ejecutadas inmediatamente las Leyes de Reforma, las que no vinieron a ser aprobadas e incorporadas en la Constitución, sino después de varios años de estar en plena observancia; pues tratándose de medidas que, en concepto de la generalidad de los mexicanos, son necesarias y urgentes porque están reclamadas imperiosamente por necesidades cuya satisfacción no admite demora, no habrá persona ni grupo social que toma dichas medidas como motivo o pretexto serio para atacar al Gobierno Constitucionalista o, por lo menos, para ponerle obstáculos que le impidan volver fácilmente al orden constitucional, pero ¿sucedería lo mismo con las otras reformas constitucionales, con las que se tiene por fuerza que alterar o modificar en mucho o en poco la organización del Gobierno de la República? Que los enemigos del Gobierno Constitucionalista no han omitido medio para impedir el triunfo de aquella, ni para evitar que éste se consolide llevando a puro y debido efecto el programa por el que ha venido luchando; pues de cuantas maneras les ha sido posible lo han combatido, poniendo a su marcha todo género de obstáculos, hasta el grado de buscar la mengua de la dignidad de la República y aun de poner en peligro la misma soberanía nacional, provocando conflictos con la vecina República del Norte y buscando su intervención en los asuntos domésticos de éste país, bajo el pretexto de que no tienen garantías de las vidas y propiedades de los extranjeros y aun pretexto de simples sentimientos humanitarios; porque con toda hipocresía aparentan lamentar el derramamiento de sangre que forzosamente trae la guerra, cuando ellos no han tenido el menor escrúpulo en derramarla de la manera más asombrosa, y de cometer toda clase de excesos contra nacionales y extranjeros.

Que en vista de esto, es seguro que los enemigos de la Revolución, que son los enemigos de la Nación, no quedarían conformes con que el Gobierno que se establezca se rigiera por las reformas que ha expedido o expidiere esta Primera Jefatura, pues de seguro lo combatirían como resultante de cánones que no han tenido la soberana y expresa sanción de la voluntad nacional. Que para salvar ese escollo, quitando así a los enemigos del orden todo pretexto para seguir alterando la paz pública y constipando contra la autonomía de la Nación y evitar a la vez el aplazamiento de las reformas políticas indispensables para obtener la concordia de todas las voluntades y la coordinación de todos los intereses, por una organización más adaptada a la actual situación del país, y, por lo mismo, más conforme al origen, antecedentes y estado intelectual, moral y económico de nuestro pueblo, a efecto de conseguir una paz estable implantando de una manera más sólida el reinado de la ley, es decir, el respeto de los derechos fundamentales para la vida de los pueblos, y el estímulo a todas las actividades sociales, se hace indispensable buscar un medio que, satisfaciendo a las dos necesidades que se acaban de indicar no mantenga indefinidamente la situación extraordinaria en que se encuentra el país a consecuencia de los cuartelazos que produjeron la caída del Gobierno legítimo, los asesinatos de los supremos mandatarios, la usurpación huertista y los trastornos que causo la defección del ejército del Norte y que todavía están fomentando los restos dispersos del huertismo y del villismo. Que planteado así el problema, desde luego se ve que el único medio de alcanzar los fines indicados es un Congreso Constituyente por cuyo conducto la Nación entera exprese de manera indubitable su soberana voluntad, pues de este modo, a la vez que se discutirán y resolverán en la forma y vía más adecuadas todas las cuestiones que hace tiempo están reclamando solución que satisfaga ampliamente las necesidades públicas, se obtendrá que el régimen legal se implante sobre bases sólidas en tiempo relativamente breve, y en términos de tal manera legítimos que nadie se atreverá a impugnarlos.

Que contra lo expuesto no obsta que en la Constitución de 1857 se establezcan los trámites que deben seguirse para su reforma; porque aparte de que las reglas que con tal objeto contiene se refieren única y exclusivamente a la facultad que se otorga para ese efecto al Congreso Constitucional, facultad que éste no puede ejercer de manera distinta que la que fija el precepto que se la confiere; ella no importa, ni puede importar ni por su texto, ni por su espíritu una limitación al ejercicio de la soberanía por el pueblo mismo, siendo que dicha soberanía reside en éste de una manera esencial y originaria, y por lo mismo, ilimitada, según lo reconoce el artículo 39° de la misma Constitución de 1857.

Que en corroboración de lo expuesto, puede invocarse el antecedente de la Constitución que se acaba de citar, la que fue expedida por el Congreso Constituyente, convocado al triunfo de la Revolución de Ayutla, revolución que tuvo por objeto acabar con la tiranía y usurpación de Santa Anna, implantada con la interrupción de la observancia de la Constitución de 1824; puesta en vigor con el acta de reformas de 18 de mayo de 1847; y como nadie ha puesto en duda la legalidad del Congreso Constituyente que expidió la Constitución de 1857, ni mucho menos puesto en duda la legitimidad de ésta, no obstante que para expedirla no se siguieron las reglas que la Constitución de 1824 fijaba para su reforma, no se explicaría ahora que por igual causa se objetara la legalidad de un nuevo Congreso Constituyente y la legitimidad de su obra. Que, supuesto el sistema adoptado hasta hoy por los enemigos de la Revolución de seguro recurrirán a la mentira, siguiendo su conducta de intriga y, a falta de pretexto plausible, atribuirán el Gobierno propósitos que jamás ha tenido, miras ocultas tras de actos legítimos en la forma, para hacer desconfiada la opinión pública, a la que tratarán de conmover indicando el peligro de tocar la Constitución de 1857, consagrada con el cariño del pueblo en la lucha y sufrimientos de muchos años, como el símbolo de su soberanía y el baluarte de sus libertades; y aunque no tienen ellos derecho de hablar de respeto a la Constitución cuando la han vulnerado de cuantos medios les ha sido dable, y sus mandatos solo han servido para cubrir con el manto de la legalidad los despojos más inicuos, las usurpaciones más reprobables y la tiranía más irritante, no está por demás prevenir el ataque, por medio de la declaración franca y sincera de que con las reformas que se proyectan no se trata de fundar un gobierno absoluto; que se respetará la forma de gobierno establecida, reconociendo de la manera más categórica que la soberanía de la Nación reside en el pueblo y que es éste el que deba ejercerla para su propia beneficio; que el gobierno, tanto nacional como de los Estados, seguirá dividido para su ejercicio en tres poderes, los que serán verdaderamente independientes; y, en una palabra, que se respetará escrupulosamente el espíritu liberal de dicha Constitución, a la que sólo se quiere purgar de los defectos que tiene ya por la contradicción y oscuridad de algunos de sus preceptos, ya por los huecos que hay en ella o por las reformas que con el deliberado propósito de desnaturalizar su espíritu original y democrático se le hicieron durante las dictaduras pasadas.

Por todo lo expuesto, he tenido a bien declarar lo siguiente:

Artículo 1° Se modifican los artículos 4°, 5° y 6° del Decreto de 12 de diciembre de 1914, expedido en la H. Veracruz, en los términos siguientes:

Artículo 4° Habiendo triunfado la causa constitucionalista, y estando hechas las elecciones de Ayuntamientos en toda la República, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, convocará a elecciones para un Congreso Constituyente, fijando en la convocatoria la fecha y los términos en que habrán de celebrarse, y el lugar en que el Congreso deberá reunirse. Para formar el Congreso Constituyente, el Distrito Federal y cada Estado o Territorio nombrarán un diputado propietario y un suplente por cada sesenta mil habitantes o fracción que pase de veinte mil, teniendo en cuenta el censo general de la República en 1910. La población del Estado o Territorio que fuere menor de la cifra que se ha fijado en esta disposición elegirá, sin embargo, un diputado propietario y un suplente. Para ser electo Diputado al Congreso Constituyente, se necesitan los mismos requisitos exigidos por la Constitución de 1857 para ser Diputado al Congreso de la Unión; pero no podrán ser electos, además de los individuos que tuvieren los impedimentos que establece la expresada Constitución, los que hubieren ayudado con las armas o servido empleos públicos en los gobiernos o facciones hostiles a la causa constitucionalista.

Artículo 5° Instalado el Congreso Constituyente, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, le presentará el proyecto de la Constitución reformada para que se discuta, apruebe o modifique, en la inteligencia de que en dicho proyecto se comprenderán las reformas dictadas y las que se expidieren hasta que se reúna el Congreso Constituyente.

Artículo 6° El Congreso Constituyente no podrá ocuparse de otro asunto que el indicado en el artículo anterior; deberá desempeñar su cometido en un período de tiempo que no excederá de dos meses, y al concluirlo expedirá la Constitución para que el Jefe del Poder Ejecutivo convoque, conforme a ella, a elecciones de poderes generales en toda la República. Terminados sus trabajos, el Congreso Constituyente se disolverá. Verificadas las elecciones de los Poderes Federales e instalado el Congreso General, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, le presentará un informe sobre el estado de la administración pública, y hecha la declaración de la persona electa para Presidente le entregará el Poder Ejecutivo de la Nación.

Artículo 2° Este decreto se publicará por bando solemne en toda la República.

Constitución y Reformas

Dado en el Palacio Nacional de México, a los catorce días del mes de septiembre de mil novecientos dieciséis.

V. Carranza

Al C. Lic. Jesús Acuña, Secretario de Gobernación. Presente. Lo que comunico a usted para su conocimiento y efectos consiguientes, reiterándole las seguridades de mi atenta y distinguida consideración.

Constitución y Reformas

México, septiembre 15 de 1916.

El Secretario, Acuña.

http://www.ruta2010.bicentenario.gob.mx/preview/SCT/bicentenario2010/web/revolucion/page/sID/0/lID/0/mID/0/ID/38/ms/1/pID/437




La Revolucion: Diego Rivera

El papel del arte revolucionario

Durante y después de la Revolución Mexicana se elaboraron imágenes plásticas que representan la lucha revolucionaria, sus logros o a los protagonistas de la contienda (Emiliano Zapata es uno de los más retratados, pero también hay imágenes de Pancho Villa, Francisco I. Madero y otros). Sin embargo, no todas estas imágenes dicen lo mismo. Cada pintor tuvo su propia opinión de la Revolución según la experiencia que vivió durante esa época, y de acuerdo a la posición política y social en que se ubicó durante y después de 1921.
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